Volver
Regreso a Jerez después de 21 años fuera y cuatro en Valencia tan intensos como inolvidables. Me dejo medio corazón en la terreta.
Dicen que pasamos media vida huyendo de casa y otra media regresando. Yo creía que era algo que a mí no me iba a pasar, porque mi plan, el de hace ahora cuatro años, era vivir en Valencia el resto de mi vida. Deambular por estas calles que tan bien conozco, comer arroces, esmorzar, visitar sus librerías, sudar sus veranos y huir en fallas. Pero ay, la vida tenía otros planes. Sucedió que me separé y todo se desmoronó como cuando cae un castillo de naipes.
Volví a la misma situación de incertidumbre que viví durante los últimos años de Barcelona y me quedó una herida para siempre, que a veces parece que se cierra, otras se abre por sorpresa y a veces simplemente ahí está, cogiendo aire, volviéndose cicatriz. Uno nunca se acostumbra a poner divorciado en las casillas de los formularios. La burocracia nunca entendió el lenguaje del alma.
Pude entonces dejar esta ciudad, salir disparado a casa (la de mis padres, la única casa verdadera) e iniciar una nueva vida. Contra todo pronóstico, me quedé. Decidí resistir. Me había costado mucho levantar una vida aquí, cultivar mis círculos, sentirme un valenciano más. Sabía que, de haber regresado entonces, me hubiera arrepentido el resto de mis días.
Los dos años siguientes han pasado de forma vertiginosa, como se ven los trenes de alta velocidad desde la estación. Recuerdo el vértigo que sentí el día que cerré la puerta de mi nuevo piso, con los libros en cajas, los estantes vacíos y el corazón roto. Me reinventé en tiempo récord. Comencé a dar clases en Selecta, mi gran hogar emocional, seguí con los amigos del cómic, recuperé viejas amistades, comencé a diversificar mi trabajo e intenté vincularme a un barrio infinitamente obrero y diverso. Un puñado de buenas personas fueron fundamentales en el proceso. De repente, tenía otra vida y era estimulante, ecléctica, eléctrica, digna. Aprendí a ser feliz estando triste.
En paralelo, en Jerez sucedían demasiadas cosas. Mis padres se hacían mayores por la dictadura del tiempo, los sobrinos crecían de forma insolente y las amistades terminaban por alicatar sus vidas. Comencé a mirar de reojo la ciudad donde a nadie le extraña mi acento, a sentir un fomo analógico, privado y existencial. Las fotos de los niños en el grupo de la familia se acumulaban mientras echaba horas y horas delante del ordenador, en la otra punta de la península, trabajando para terceros.
Por si fuera poco, sucedió un ligero imprevisto: me volví a enamorar. Llegó M como una fuerza de la naturaleza, con un insaciable apetito por vivir, siempre en busca del fuego. Y la balanza, entonces, se descompensó. Día a día, la idea de volver fue calando en mi hipotálamo. En cada tren de vuelta, se adivinaba el parpadeo de las luces que iban marcando mi retorno.
Y así, un día lo expresé, casi sin querer. Dije que volvía, 21 años después.
Me gusta que haya sido un proceso largo, que he podido saborear y compartir con mi gente. Hacer un last dance por cada bar, con cada persona, dedicarles todo cuanto tengo. Ya no soy aquel joven con la maleta cargada de sueños que se fue de Jerez. Soy más bien un trampantojo de hombre, quizás un niño todavía, que ha sustituido lo de ser escritor por un plan mucho más ambicioso: sobrevivir.
Vuelvo a una ciudad carismática, bella y popular que encierra un dolor muy grande. A unas calles donde, si entrecierro los ojos, puedo verme recorriéndolas camino del colegio, yendo y viniendo de campamento o dando mis primeros besos. Un buen lugar por el que luchar. Dejo atrás, sin embargo, una de las ciudades de mi vida, una manera mediterránea de entender la existencia y unas amistades a las que nunca agradezco lo suficiente todo lo que han hecho por mí.
Adéu, Valencia, me voy sin hacerlo del todo, porque una parte de mí, el Javi de la caída y auge, al que viste hundirse y levantarse para seguir viviendo, su fantasma feliz, siempre habitará tus calles.
Un libro: Mujer al borde del tiempo
Ya no se escriben utopías, no somos capaces de imaginarlas. Por eso, durante mi visita a Bilbao me compré en el stand de la editorial Consonni esta ficción especulativa feminista, que es la vez una crítica a los EEUU de los años 70. En ella, Connie Ramos, una mujer perseguida por el servicio social y encerrada en una institución psiquiátrica, viaja en el tiempo a la ciudad de ensueño.
Una película: Armand, de Halfdan Ullmann Tøndel
Me encantan las propuestas controvertidas, como esta película pretendidamente provocadora que se enmarca en la nueva ola de cine escandinavo, pensado para explorar el lado más oscuro de la condición humana. En Armand, los familiares de dos niños de un colegio son llamados a una reunión de urgencia para tratar de dilucidar qué ha sucedido entre ambos, posiblemente un abuso sexual. Familiares y profesionales se hallarán entonces en un ambiente oscuro, tenso y poético, donde nada es lo que parece. Está en Filmin.
Un podcast: ¡Qué grande es el cómic! El Eternauta
Después de leernos este gran clásico, tocaba hacer nuestra particular versión formato podcast. Y francamente, creo que nos ha quedado un programa más que digno. Fue una idea original de Pablo Vicente, y ejecutado por mi hermano Alejandro y Alfonso Grueso, nuestro crítico de cabecera. 21 programas llevamos ya, se dice pronto. Podéis escucharlo aquí.
En cuanto a mis proyectos, he tenido un poco de todo. Estuve en la maravillosa sede de Radio Malva, en el programa Díscola, hablando con Alfonso Moreira en torno a La otra cara de las criptomonedas. El ensayo sigue su camino sin prisa pero sin pausa. Por otro lado, Laura González tuvo la gentileza de recibirme en Todos somos sospechosos, de Radio 3, donde hablé de Cuentan las crónicas.
Además, tuve el privilegio de formar parte del Festival Literario Existe, Entre lo rural y lo urbano, ideado por Selecta, con un grupo de extraordinario talento. Conocí a grandes escritores y escritoras, disfruté del grupo, y respiré la naturaleza de Vilafranca. Una gozada.
Y esto es todo, que no es poco. Gracias a todas las personas que os habéis unido recientemente a la comunidad. Más de 2000 visitas tuvo la anterior newsletter, la más leída desde que imaginé esta manera de comunicarnos.
Ya sabéis que podéis escribirme siempre que queráis, me encanta conversar con esta comunidad que hemos creado.
Gracias por estar al otro lado 💜







Javi, me alegro mucho por tu nueva situación y condiciones de vida. En Badalona vas deixar admiració, respecte, amistat i molta estima.
Siento cada palabra que has escrito muy cerca de mi propio hipotálamo, las entiendo más de lo que me gustaría y me han sacado lagrimillas.
Qué bonito conocerte y aprender de ti.
Nos volveremos a ver... porqué taller que hagas en nuestra casa selecta, taller al que iré de cabeza seguido de una cerveza jajajaja.
¡Gracias por sumar tanto!
Y que este nuevo comienzo sea maravilloso.